original. Incluso el antiguo calendario búlgaro ha sido reconocido por la UNESCO como el calendario más preciso de todos los que se conocen hasta hoy. Ese antiguo calendario era representado en forma de círculo en el cual estaban dispuestas doce constelaciones, que llevaban nombres de animales: gallo, perro, jabalí, ratón, buey, león de las nieves, conejo, dragón, serpiente, caballo, oveja y mono. Ese almanaque registraba la ruta celestial del sol, y más aún del planeta Júpiter que los protobúlgaros veneraban especialmente.
Además de los nombres de las constelaciones que citamos, en el calendario estaban escritos los nombres de los antiguos números búlgaros. Es un sistema arcaico de contar, que incluía un método muy preciso de redondear los números, lo cual nos lleva a pensar que los antiguos búlgaros, además de cultura astronómica, tenían una elevada y precoz cultura matemática.
Lo notable de ese calendario es que conjuga, como decíamos, el movimiento del Sol y el de Júpiter, lo cual le confiere la máxima precisión. Habitualmente el año estaba compuesto de 364 días contados y uno sin contar, es decir 365 días en total.
El que por regla no se contaba era el día del solsticio de invierno, 22 de diciembre según el calendario Gregoriano, y al que los antiguos búlgaros llamaban día cero, Año Joven, Surva, o Ignazhden, nombres populares que significaban único, aislado, del que empezaba el nuevo año.
Precisamente el 22 de diciembre, el día más corto del año, era el inicio del nuevo año que los protobúlgaros no incluían en ningún mes.
En el calendario protobúlgaro había otro día sin contar, que cada cuatro años se intercalaba entre el 30 de junio y el 1 de julio, después del día del solsticio de verano. Los años en que había dos días sin contar, y que por ende contaban 366 días en total, eran los que hoy llamaríamos bisiestos.
Los días contados del calendario estaban repartidos en 52 semanas de 7 días cada una. El primer día de la semana equivalía a lo que hoy llamamos domingo. El año se dividía en 4 trimestres, de 91 días cada uno, o sea trece semanas.
El primero de cada tres meses tenía siempre 31 días, y el segundo y el tercero, 30 días cada uno.
Según algunos investigadores, los 364 días contados del antiguo calendario búlgaro era una especie de número áureo, ya que era múltiplo de 4 – que es el número de las estaciones del año –, de 13 – el número de semanas en cada estación –, y de 52, el número de las semanas que contenía cada año.
Parece que nuestros lejanos antepasados habían encontrado el modo de vivir en armonía con el Universo y que a nosotros todavía no nos es dado conocer.
La roseta de bronce de Pliska
En las excavaciones arqueológicas de Pliska, la primera capital de Bulgaria, fue hallado un objeto de bronce único, modelado como roseta, con siete rayos. Pero no sólo su forma es excepcional. El objeto tiene grabados signos, llamados runas.
Los investigadores creen, que la roseta representa el antiguo calendario Cirílico búlgaro de 12 años, declarado por la UNESCO uno de los más exactos calendarios en la historia de la humanidad. Las runas en el círculo exterior son los signos de los cinco planetas, conocidos en la antigüedad además del Sol y la Luna: Venus, Saturno, Marte, Júpiter y Mercurio. En el círculo interior están representadas las runas de los días de la semana. La más famosa runa búlgara, el símbolo - IYI -, está grabado en la parte de atrás de la roseta. Representa el Sol, el símbolo que expresa las ideas religiosas de los protobúlgaros. Algunos de los investigadores creen, que este es el signo de la dinastía búlgara Dulo, los fundadores del estado búlgaro.
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